lunes, 3 de septiembre de 2012

En plena ¿democracia?, censura en la UNICEN


Hace un par de semanas le propuse a Agustín Laje Arrigoni, autor del libro LosMitos Setentistas, realizar una conferencia en la ciudad de Tandil, donde yo vivo, para presentar el libro en cuestión y, también, concientizar a mi ciudad sobre la verdad oculta de la dictadura del ’76-83.
 

Muy entusiasmado, comencé con los preparativos para ese evento. La idea era realizarlo en el mes de octubre. Comencé buscando un salón y, claro, pensé en el Aula Magna de mi Universidad (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires), donde ya había presenciado otras conferencias como, por ejemplo, la brindada por el filósofo Mario Bunge. Se trata de una sala moderadamente grande y bien ambientada, como para una concurrencia de unas 50 personas.

Pues bien, averiguando en la sede central de la Universidad (Pinto y Chacabuco), me redireccionaron con los encargados del Centro Cultural, que son quienes administran dicha Aula Magna. Fui y hablé con 2 secretarias. Les comenté que era alumno regular de la Facultad de Humanas y que quería traer al autor de un libro para que lo expusiera. La conversación arrancó muy bien encaminada. Es más, cuando les dije que iba a ser en octubre, una de las 2 secretarias tomó una agenda, como amagando a darme una fecha concreta…cuando en ese momento la otra secretaria me preguntó “¿de que trata el libro?” digamos que sólo por curiosidad. Al explicarles las líneas fundamentales del trabajo de Agustín, la conversación y el ambiente cambiaron rotundamente… “¡Aaaah! Noooo. Esas cuestiones acá no se tratan… las tenés que ver con la Secretaría de Extensión, a cargo del Programa de Derechos Humanos, Memoria, Verdad y Justicia de la UNICEN… Espera que te consigo el número de la que se encarga de esto”.


Ahora bien ¿cómo es posible que si hacía 30 segundos estaban a punto de darme una fecha, ahora querían mandarme a una secretaría que ni siquiera sabía que existía? Tan solo quería que me facilitaran el salón. A continuación, mientras la secretaria buscaba el teléfono, la otra comenzó a hacerme preguntas capciosas y a cuestionar la postura de Laje.

Maria Nazábal
Se trataba de Maria Nazábal (“representante de la Multisectorial por la Memoria, Verdad, y Justicia”), supuestamente la persona que me iba a “orientar” en todo el tema del aula. Hablé telefónicamente con María, explicándole lo mismo que hice con las 2 secretarias anteriores, pero fuí más frontal con el tema acerca de QUE iba a tratar la presentación y el libro. María me comentó un poco la postura de la Universidad (considerablemente opuesta a la de Laje) y me dijo que se iba a reunir con Daniel Herrero (otro supuesto encargado del Aula Magna), que le iba a comentar mi proyecto, para posteriormente contactarme con una respuesta.

Más o menos 4 horas después me llama Nazábal a mi celular para comunicarme que no iba a poder contar con el Aula Magna de la UNICEN, porque el libro no se adecuaba “con la perspectiva que mantiene la universidad acerca de la memoria, la verdad y la justicia” y que el autor tiene “una visión burda de la realidad”. Además, me dijo que el libro es “un insulto para los 30.000 desaparecidos, y que viola los derechos humanos de la Argentina y todos los tratados internacionales que firmó” y que yo “como estudiante de relaciones internacionales debería tener claro”.

La conversación se puso muy chispeante, yo explicándole que el acto, por supuesto, se iba a adecuar totalmente dentro del respeto y de las normas de la democracia, QUE SOLO QUERIA QUE ME FACILITARAN EL AULA, que de la organización me encargaba yo, y que no quería ningún aval de la universidad. Luego de una acalorada conversación con Nazábal, quedó en que estaba invitado a juntarme con ella a debatir sobre el tema en cuestión, pero que no me iban a prestar el aula y que me tengo que “informar un poco más acerca de los derechos humanos”.


Agustín Laje Arrigoni
Sinceramente, lo primero que se siente es un gran enojo por todo lo sucedido. Pero luego se agrega una gran lástima por toda esta generación de jóvenes a los que se los adoctrina con una mentira para sacar rédito político para el oficialismo de turno y que, cuando se intenta mostrar la verdad completa del pasado argentino que molesta a la historia oficial de hoy en día, lo único que se encuentra, en el mejor de los casos, es la censura y la negación. En otras palabras, la República sigue muriendo…