martes, 18 de noviembre de 2014

El oro, patrón de la libertad

Exposición en el V Congreso Internacional “La Escuela Austríaca en el Siglo XXI”, el día 19 de noviembre de 2014 en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina.

A continuación el paper presentado, video de la ponencia y resumen ampliado.





Resumen ampliado

El objetivo de este trabajo es señalar la preeminencia del oro como moneda por sobre cualquier otra opción. Desde una perspectiva histórica referida a nuestro país, la experiencia de los últimos 100 años se han caracterizado por reiterar las recetas de expansión monetaria y gasto fiscal exponencial con altos impuestos, entre otros factores. Y sin duda, un elemento más que influyente en nuestra declinación, derivado de los anteriores, ha sido y sigue siendo la inflación. En este contexto, y para poner un límite real y concreto a las ambiciones de los gobernantes, propongo la implantación del oro como nuevo patrón monetario.

En el mismo destaco la importancia de independizar la emisión monetaria de las siempre arbitrarias decisiones gubernamentales a través de la implementación de un sistema de patrón oro, sin perjuicio, claro, de la posible existencia de otros patrones monetarios según lo determine el mercado. También se presenta como sería un posible camino desde la actual moneda inconvertible a una moneda mercancía con patrón oro: la eliminación del banco central y su reemplazo por una caja de conversión.

Para dar sustento al trabajo, entre tantos autores que han tratado el tema, se citan  destacados próceres nacionales como Juan Bautista Alberdi o Nicolás Avellaneda, así como también a economistas internacionales como Ludwig Von Mises, Murray N. Rothbard, Thomas Gresham, Milton Friedman, entre otros. El trabajo se realizó basándose en una extensa investigación documentada en las referencias bibliográficas y notas al pie.

Junto con una breve reseña histórica, se trata de situar en contexto el valor del oro como bien de reserva apreciado por la humanidad desde lejanos tiempos. Se destaca la depreciación que han sufrido monedas como el dólar estadounidense para concluir la preeminencia de las monedas mercancía, por caso el oro. Y se da fuerza a la razón principal de la existencia del oro como moneda: la confianza que genera la imposibilidad de su depreciación.

Finalmente, se hace hincapié en la necesidad de la vuelta, en nuestro país, de los valores republicanos, con el fin de que no solo se implemente un patrón oro como el descripto, sino un conjunto de normas y principios acordes con nuestra constitución alberdiana.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Gresham y la escasez de dólares en Argentina

En Argentina hace décadas que no existe un tipo de cambio libre, es decir el gobierno prácticamente ha abolido las fluctuaciones en su moneda respecto de otras monedas. Lo que tenemos hoy, y desde hace mucho, es un tipo de cambio fijado arbitrariamente con relación a otras divisas.

Thomas Gresham
Es en esta situación en que la llamada LEY de GRESHAM se cumple en el 100% de los casos en los que se practican controles cambiarios. Esta ley es denominada de tal manera en honor a Thomas Gresham, uno de los fundadores de la Bolsa de Valores de Londres.

¿Qué nos dice esta ley? Que la moneda mala desplaza a la buena cuando hay un tipo de cambio fijo establecido por la autoridad gubernamental. La moneda “mala” es aquella que la gente tiende a usarla para sus pagos, y la “buena” la que trata de conservar.


Señalemos lo siguiente. Es muy habitual que los gobiernos tiendan a sobrevaluar su circulante, por razones de prestigio, y también por lo siguiente: cuando un circulante es sobrevaluado por decreto, la primera acción de la gente es apresurarse a cambiarlo por la moneda devaluada, lo que, lógicamente, causa exceso de circulante sobrevaluado y escasez del devaluado. En resumen, se impide que el tipo de cambio varíe, a fin de normalizar el mercado. 

Pero veamos lo que aplica el gobierno en mi país. Importaciones con un dólar a tipo de cambio 1-14 y exportaciones con un dólar 1-8 pesos. Exportaciones baratas e importaciones costosas.

Es claro que en un libre mercado, el tipo de cambio es fijado por sí mismo, día a día. Pero, si hay intervención gubernamental, se da entonces una correlación entre la Ley de Gresham y todas las monedas fiat (dinero impuesto por el gobierno) que no tienen respaldo en mercancía sino que su validez está dada por la confianza (la bona fie) de las personas en las instituciones que las emiten.
En otras palabras, si no se respeta el libre mercado, se van a  tener dos monedas: una devaluada y otra sobrevaluada. Ambas artificialmente.

Como consecuencia de estas políticas, se escucha  en mi país la famosa frase de la "escasez de dólares", lo cual no es más que un resultado de las descriptas políticas que los propios gobiernos aplican.

Cuando esto sucede, no es más que la "excusa perfecta” para el propio gobierno, ya que le deja servida en la mesa dos medidas intervencionistas: la de cortar o regular las importaciones extranjeras y la de pedir créditos a tasas extravagantes, para poder así intentar, infructuosamente, aumentar la cantidad de divisas. El resultado final está a la palma de la mano: el déficit en la balanza comercial. Y Argentina,  país por excelencia e historia dependiente de las exportaciones del campo mayormente, este tipo de controles implica ni más ni menos que la "socialización de la economía".

Esto lo explico con Argentina, pero ejemplos en el mundo son cientos y por cómo estas ideas siguen perdurando, imagino que seguirán surgiendo más casos, mientras no se comprendan los fundamentos y ventajas de la sociedad libre.

sábado, 30 de agosto de 2014

¿Cuál fue el legado de Alberdi para la Argentina? (*)





Estoy muy contento de estar aquí, no solo porque tengo la oportunidad de exponer ante tantos amigos que aprecio, sino porque lo hago con motivo de honrar a Juan Bautista Alberdi. 


Alberdi, padre de nuestra constitución, una constitución liberal, es solo comparable con próceres de la altura de Thomas Jefferson en Estados Unidos.



Hoy en día todos hablamos de constitucionalismo, pero somos pocos los que en verdad hemos leído y estudiado la constitución. 

Una constitución que limita al gobierno y les da libertad y poder a los individuos.

Pero, en mi condición de estudiante universitario, quiero darle a estas palabras un sentido y una reflexión que nos atañe a todos los argentinos en cuanto hace a la educación y la visión que tienen los futuros dirigentes acerca de nuestra historia.

En este sentido, y sabiendo que hoy iba a tener el honor de compartir con ustedes estos minutos, en las últimas dos semanas me tome el pequeño trabajo de hacer, en las clases que frecuento, una mini encuesta. Por supuesto, aclaro desde ya que no tiene ni remotamente la rigurosidad que saben darle quienes se dedican a esta tarea. Lo mío es simplemente una muestra muy reducida y tal vez no científica del panorama que nos encontramos en los claustros de nuestro país. El tema fue la simple pregunta, ¿Conoces a Juan B. Alberdi? ¿Cuál ha sido su obra y su legado? Entrevistados veinte compañeros de distintas clases, 15 de ellos desconocían totalmente al ilustre tucumano. De los 5 restantes, 3 tenían una idea más o menos acertada acerca de la vida y la obra de Alberdi, mientras que los 2 últimos “aprobaron” satisfactoriamente la requisitoria.

¿Qué primera conclusión nos deja esta experiencia? Que la tarea que nos debemos en la Argentina es monumental. Si todos sabemos que hoy nos debatimos en un interminable circulo de inseguridad, inflación, estatismo desenfrenado, déficits y defaults, la más grande tarea que tenemos por delante es restablecer los verdaderos valores republicanos, es decir, los valores alberdianos.

Hoy, 160 años después hemos dado un giro de 180° y hacemos todo lo contrario a lo que dice esa constitución. Ciertamente, este cambio tan pronunciado no empezó ahora, pero la verdad es que en los últimos tiempos el sentimiento de decadencia es notable.

El gobierno se mete en el comercio, el gobierno provee salud, el gobierno brinda pensiones, el gobierno saca el petróleo, administra los ferrocarriles, transmite el fútbol, hace encuestas de rating televisivo, ordena la grilla de la TV paga, gasta millones en subsidios sin sentido y sin control, y asfixia a los que producimos con una carga impositiva nunca vista. Todo, absolutamente todo, muy lejos del espíritu y la letra de la constitución alberdiana de 1853. Ya sabemos que  casi el único rol que en verdad debería cumplir, que es el de legislar, juzgar y administrar un reducido estado público, lo hace de una forma totalmente corrupta, llena de amiguismos y privilegios.


Hemos violado la constitución con varias reformas, que no hicieron otra cosa que agrandar la omnipotencia del estado por sobre las libertades de los individuos. Alberdi, que deseaba casi ilimitadas y abundantísimas libertades civiles, entre las que están las libertades económicas de adquirir, enajenar, trabajar, navegar, comerciar, transitar y ejercer toda industria licita, jamás hubiera aprobado ni consentido ni una fracción del engendro en el que nos encontramos hoy. Lo explicó muy bien, por otra parte, en su Sistema Rentístico de la Confederación Argentina.


Amigos: la constitución es la ley suprema, es el primer bastión de nuestras libertades, y de ninguna manera puede ser contradecida, puesto que la constitución da garantías de que sus leyes orgánicas no serán excepciones derogatorias de los grandes principios consagrados por ella, como se ha visto más de una vez. Es preciso que el derecho  administrativo no sea un medio falaz de eliminar o escamotear las libertades y garantías constitucionales. Por ejemplo: la prensa el libre, dice la constitución; pero puede aparecer una “ley de medios” y crear tantas trabas y limitaciones al ejercicio de esa libertad, que la deje ilusoria y mentirosa. También el comercio es libre, dice la constitución; pero viene el fisco con sus reglamentos, ordenanzas, estatutos, legislaciones y todo tipo de trabas que lo tornan ilusorio.  En palabras del mismo prócer, “Gobernar poco, intervenir menos, dejar hacer lo más, no hacer sentir la autoridad”, “La riqueza de las naciones es obra de las naciones, no de sus gobiernos”. Yo diría entonces, se progresa no por el gobierno, sino a pesar del gobierno. En el caso de la libertad de trabajo, las leyes de salarios mínimos o estabilidad de los empleados públicos son ejemplos de lo que no debiera hacerse. Ya lo dijo también Alberdi que “garantizar trabajo a cada obrero sería tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo cómico un auditorio”. La ley que tuviese ese poder, bien dice el prócer, solo podría tener ese poder a expensas de la libertad y de la propiedad. Pues esa es, precisamente, nuestra situación hoy. Finalmente, el estatismo exorbitante que hoy tenemos es claramente inconstitucional, antialberdiano. Este lo señala cuando expresa que “la constitución ha impuesto al Estado la obligación de no intervenir por leyes ni decretos restrictivos en el ejercicio de la producción o industria comercial y marítima”.




Hoy estamos aquí conmemorando a Juan Bautista Alberdi. Aunque me parece excelente esta iniciativa, creo que sería mejor que dejemos de conmemorarlo un solo día y volvamos a evocarlo todos los días defendiendo la constitución contra los que la franquean, trasponen, cruzan y la esquivan.

Y he aquí, entonces, el verdadero legado de Juan Bautista Alberdi, por sobre su extensísima y variada obra: debemos luchar incansablemente para que en nuestro país vuelva a regir el estado de derecho, que decir “ser argentinos” pueda expresarse con el orgullo de quienes sabemos que nos espera un futuro de grandeza y no la declinación que nos embraga desde hace ya demasiado tiempo.

Muchas gracias.


(*) Charla brindada en el evento LibreMente en honor a Juan Bautista Alberdi, en la ciudad de Mar del Plata, el día 29 de agosto de 2014.




domingo, 3 de agosto de 2014

Argentina: 80 años de decadencia

Argentina es hoy un país turbulento, aunque a los ojos de las personas comunes en el mundo pueda parecer seducir con la imagen de una nación de gente pudiente y prospera. Por lo menos, esa era la imagen que más de una vez transmitió. Pero, ¿de dónde viene, precisamente, ese retrato de prosperidad?

En las siguientes líneas voy a tratar de develar de donde proviene esa concepción, relacionada con una historia interesante y atrapante, pero con un presente con un futuro más que incierto.

Argentina no hizo su prosperidad, claro, de la noche a la mañana, sino hasta luego de una larga guerra civil, como resultado de la cual hacia 1850 el país se consolida como una nación organizada y, más aun, con la sanción en 1853 de un constitución redactada por Juan Bautista Alberdi, muy similar a la de Estados Unidos, en la que se establecen los marcos institucionales, republicanos y federales para el progreso del país. Que la Argentina, para esa época un enorme y deshabitado desierto, pudiera darse una constitución 100% liberal fue un enorme paso, necesario pero no suficiente para el milagro. Y el milagro se dio.

A partir de ese entonces, los logros obtenidos fueron más que notables. Tan solo por citar algunos, la población pasó de un millón de habitantes en 1850 a ocho millones en 1914. El área sembrada, de 500.000 a 24 millones de hectáreas. Las exportaciones subieron de 30 millones de pesos oro en 1870 a 389 millones en 1910. La red ferroviaria creció de 732 kilómetros en 1870 a 28.000 kilómetros en 1910, junto con una avanzadísima red de carreteras, integrando los desiertos espacios argentinos. El crecimiento por habitante entre 1875 y 1913 fue de más del tres por ciento anual. La inmigración, atraída por ese ilimitado progreso, fue casi explosiva: unos seis millones de extranjeros llegaron al país. 

En lo que respecta al progreso en calidad humana, la tasa de mortalidad por mil habitantes había bajado del 22,98 en 1889-1898 a 16,5 en 1899-1907. A título comparativo, podemos decir que la tasa en 1908, que era de 15,2, podía medirse favorablemente contra las de Berlín (14,8), Londres (15,1) y Nueva York (18,6).

En 1869, el país tenía un 70% de analfabetos. En 1930, se habían reducido al 22%. La tasa de escolaridad primaria, que en 1870 era del 20%, en 1920 llegaba al 64%. (En Italia, para los mismos años, había subido del 33 al 55%).

Se construyeron enormes edificios y obras que aún hoy perduran: el Teatro Colón, las estaciones de Retiro y Constitución, el Correo Central, el Congreso (réplica del Capitolio americano), el subterráneo (primero de América del sur y 13° del mundo), o la red telefónica (apenas un par de años después que en Nueva York) . Resumiendo, el sentido liberal de su constitución, y el respeto irrestricto de la misma, permitieron que la Argentina, entre 1880 y 1920, creciera ¡¡42 veces!! Su economía era mayor a todo el resto de América del sur sumado (incluyendo Brasil, Colombia, Venezuela y demás países).

Todo indicaba que el progreso no tendría límites. En definitiva, un pais que no solo era potencia y faro en América, sino también en el mundo.

Lo que paso luego no es más que una serie de medidas y políticas populistas  erróneas adoptadas por los sucesivos gobiernos de la época, con escasas y honrosas excepciones. El comienzo de la decadencia bien puede fijarse hacia 1935, cuando se creó el Banco Central Argentino, y desde entonces, sin casi interrupción, se adoptó una política monetaria expansiva, la base de una siempre presente inflación para solventar el gasto público del gobierno. Se estatizaron las empresas ferroviarias, el petróleo y toda la energía, las comunicaciones. Obviamente, la corrupción que implican esas prácticas se extendió a lo largo y a lo ancho del país. En fin, el agrandamiento del leviathan nacional, rompió todo tipo de federalismo y ha hecho a las provincias totalmente dependientes del gobierno central.

Lo anterior se dio junto con una política comercial mercantilista, con principios de protección nacional y aranceles a las importaciones que, por supuesto, pulverizaron el progreso y el desarrollo, hasta ese momento notables. Se destruyó la cultura del trabajo, el esfuerzo individual en aras de un difuso colectivismo, se puso en duda la propiedad privada, se difundió la idea que se puede vivir a costa del estado. Por supuesto, ha habido en estos 100 años períodos cortos de lucidez, pero lamentablemente las ideas estatistas primaron por sobre la libertad. La decadencia entonces fue inevitable. Hoy en dia Argentina se encuentra en el puesto 137 (de un total de 152) del índice de libertad económica que publica todos los años el Instituto Fraser de Canadá, junto con el Instituto Cato de Estados Unidos. El desánimo y la declinación son perceptibles en todo el país.

De esa Argentina que parecía que fuese a dominar el mundo, ya no queda nada. Lamentable ejemplo de involución. La Argentina tiene reservas morales, pero la tarea por delante es titánica.

domingo, 27 de abril de 2014

Argentina: the future that never was

Argentina has recently celebrated its two hundredth anniversary, but the recent hundred years have been poor compared to the first hundred. The reason is simple: government policy. While Argentina’s first century was defined by capitalism and innovation, the second has seen underdevelopment and authoritarian government. One needs only to look at the performance of Argentina’s economy to see which of the two methods is better.

Juan Bautista Alberdi 
Argentina did not enjoy prosperity immediately after securing its independence. Instead it plunged into a long civil war which concluded in 1850 with the formation of Argentina as a nation and the establishment of a liberal republican constitution. The constitution was drafted by Juan Bautista Alberdi and was very similar to the U.S. constitution. It is thanks to that constitution, with its liberal trappings for the respect of law and private property that allowed a country like Argentina to experience an economic miracle during its formative years.

Argentina’s achievements during this time were countless: the population increased from one million in 1850 to eight million in 1914, the area sown increased from ‪1,200,000 to ‪60,000,000 acres, exports increased from 30 million gold pesos in 1870 to 389,000,000 in 1910, the railway network grew from 457 miles in 1870 to 17,500 miles in 1910, the per capita growth between 1875 and 1913 was more than three percent annually. Immigration to the country was explosive with six million souls arriving to Argentina during this time period.

Constitution station
Human development also increased during this time with the mortality rate declining from 22.98 per 1,000 in 1889 to 15.2 by 1908. For comparison the mortality rate was 14.8 in Berlin, 15.1 in London, and 18.6 in New York City in 1908. In 1869 Argentina had an illiteracy rate of 70% which fell to 22% by 1930. Primary school enrollment increased from 20% in 1870 to 64% in 1920; during the same period primary school enrollment in Italy rose from 33% to 55%. Large public works were constructed during the era that are still extant: the Colon Theatre, the Retiro and Constitution station, the Central Post Office, the Congress (a replica of the U.S. Capitol building), the subway system (a first in South America), and a telephone network (only a few of years after New York’s).

Argentina’s liberal constitution allowed the country to enjoy unprecedented growth and develop an economy larger than the rest of South America combined. At its height Argentina was a lighthouse of prosperity not only for the continent, but for the world.

Argentine Central Bank
In comparison the past hundred years have been filled with populist measures, with a few exceptions. The beginning of the decline may well be set in 1935, when the Argentine Central Bank was created and an expansionary monetary policy was adopted to fund public spending of the government. Railway companies, oil and all energy, communications were nationalized. Corruption has spread across the nation. The enlargement of the national government destroyed the last vestiges of federalism and made the provinces totally dependent to the central government.

This all came along with a mercantilist trade policy, principles of national protection and tariffs on imports. This pulverized the progress and development of the country. Individualism was replaced with a culture of collectivism. The very concept of private property was destroyed and replaced with the idea that one can live off the state’s gifts. There have been short periods of lucidity in these hundred years, but unfortunately statist ideas prevail over freedom. Today Argentina is ranked 137 (out of 152) in the Economic Freedom of the World report of the Cato Institute.


Argentina was once poised to reign supreme on the world stage, but today much of its wealth has been destroyed. This can be reversed but the path ahead is a difficult one.

domingo, 2 de febrero de 2014

1989-2014: La historia se repite en Argentina

Si algo caracteriza a la Argentina es su propensión, casi matemática, a reiterar errores. Es como que jamás aprende de la experiencia previa: siempre empieza de nuevo y, generalmente, repite la mala senda, el camino equivocado, hasta adornándolo con tintes de modernidad cuando en realidad se trata de la vez número cien en que se intentan políticas estatistas y dirigistas que, por su intrínseca naturaleza, están destinadas al más estrepitoso de los fracasos. Y hasta podemos agregar algo más de la extraña naturaleza argentina: cuando alguna vez se ensayaron políticas que medianamente encarrilaron la situación, más temprano que tarde han sido repudiadas por el grueso de la población, renegando de sus éxitos más palpables, y nuevamente la ruta populista se hizo presente. Así van ya más de 80 largos años.

Pues bien, ya se dio inicio al mes de febrero y, casualmente, se acerca una fecha conmemorativa para el argentino con memoria. Este jueves 6 de febrero se van a cumplir 25 años (1989 – 2014) del día en que el gobierno de Raúl Alfonsín decidió devaluar el Austral, moneda vigente en aquel entonces y creada por su mismo gobierno, luego de haber destruido el signo peso en 1985. Así dio comienzo a una agudización y degradación mayor de la moneda, que obviamente ya había comenzado anteriormente, al imprimir de manera voraz más y más billetes sin ningún tipo de respaldo.

Raúl Alfonsín y Juan Vital Sourrouille
Ese 6 de febrero de 1989 Juan Vital Sourrouille, ministro de economía, y José Luis Machinea, presidente del Banco Central (BC), devaluaron fuertemente, reconociendo en la práctica el fracaso de su política económica con altos déficits presupuestarios financiados con inflación. Se totalizó una baja en el valor de la moneda en ese año de un 3.100%. “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo” dijo el ministro que sucedió a Sourrouille, Juan Carlos Pugliese, tratando de culpar al mercado de la inseguridad que ellos mismos habían fecundado.

La pregunta es, ¿cómo se encuentra hoy en día el Banco Central argentino dada la situación actual del país? Si hace un cuarto de siglo no pudo contener la corrida contra la moneda nacional, ¿podrá ahora? Tan solo en el pasado mes de enero, el BC perdió 2.500 millones de dólares de sus reservas, en un nivel siempre menguante desde hace meses, hoy en magros 28.100 millones. Reservas que, dicho sea de paso, en un país serio solamente deberían cumplir la función de respaldo de la moneda nacional circulante. Un simple cálculo nos indica que, de mantenerse el promedio diario de pérdida de reservas, el total del stock del BC alcanzaría para escasos 10 meses de actividad, aproximadamente (y siendo optimistas).

Como se ve, el panorama no es para nada esperanzador, dado que es el mismísimo BC el encargado, en el sistema actual de control de cambios, de proveer al mercado de los dólares para el comercio exterior, turismo, y demás transacciones. En otras palabras, esto quiere decir que se encuentra apretado, maniatado y sin una buena vía de escape.

Los dos principales factores que influyen en el nivel de reservas, importadores y exportadores juegan, en el contexto actual de total indecisión, desorganización y caos en que transita hoy la Argentina, potenciando la disminución de tales reservas. Por el lado de los importadores, el punto es que estos, que reciben los dólares del BC, con la presente situación económica de caos y de devaluación creciente, están tratando de importar lo más que puedan al valor de hoy, porque será seguramente  más barato que mañana. Mientras que, en lo que respecta a los exportadores, el BC actúa también como intermediario, comprándole a ellos las divisas y entregando pesos de cada vez menor valor. Nuevamente, con la incertidumbre existente en los mercados y en la población en general, los productores de elementos exportables tienden a postergar las ventas de sus mercancías para efectivizarlas “el día de mañana”, con un tipo de cambio más alto. En otras palabras, ¿para qué vender algo hoy a 8, cuando mañana lo puedo llegar a vender a 12? Resumiendo ambos flancos, es aquí donde el BC se encuentra entre 2 fuegos, ¡¡y muy cerca de llegar a una explosión!!. El BC actúa como intermediario, pierde cantidades enormes de dólares cada día.

Veinticinco años más tarde, pleno 2014 y un parecido, por no decir “el mismo” panorama económico en Argentina: fuga de divisas, fuerte déficit fiscal, inflación galopante, inseguridad jurídica, gobierno inoperante o, peor aún, totalmente errado en sus diagnósticos y en su accionar, ¿Casualidad acaso? ¿Providencia? Para nada, esto no es más que un nuevo capítulo en la receta de expansión monetaria, gasto fiscal exponencial, impuestos altos, estatismo desenfrenado, subsidios improductivos sin sentido, trabas de todo tipo al clima de negocios y seguridad jurídica aniquilada, que se repite 25 años más tarde por parte del actual gobierno por no haber aprendido la receta y, los ciudadanos, haber vuelto a elegir representantes que comulgan con las mismas ideas, en sus variantes más o menos “prolijas”, pero siempre funestas para el país. El problema nacional se potencia cuando se suma una oposición claramente nula, donde los que se declaran como tales tan solo prescriben recetas vegetarianas para el actual modelo y no verdaderas soluciones de mercado que tanto hacen falta. Como por ejemplo para solucionar el gran problema del gobierno que son la falta de los malévolos dólares, tan solo para mencionar uno: la privatización o liberación del mercado cambiario. El que tiene dólares los vende en el mercado al que los necesita, así de simple. Lo que se logra con esta simple reforma es la puja liberal entre los ofertantes y los demandantes, llegando a un precio de consenso pactado entre las dos partes. ¿Cuál será ese precio? Nunca se va a saber hasta que no se deje actuar libremente a las dos partes, aunque muchos vaticinan que no será menor a los 25 o 30 pesos, una devaluación del 250% respecto del valor actual. Un valor alto, sin duda, pero que no sería más que el reflejo del temor total que hoy impera en el país.
Capitanich - Kirchner - Kicillof 

En fin, tal vez estemos muy cerca de una situación como aquel fatídico lunes 6 de febrero de 1989 en dónde el BC terminó retirándose del mercado y dejando fluctuar el dólar de manera parcialmente libre. Las consecuencias políticas, que fueron enormes, las dejamos para otra nota.