En diciembre de 1958, Leonard E, Read, tenaz difusor de las ideas liberales, publicó en The Freeman, lo que sería su más famoso ensayo, "Yo, el lápiz". Se trataba de una brillante síntesis de los millones de procesos, voluntades e inversiones que son necesarias para que un "simple" lápiz se fabrique y llegue a nuestras manos.
Traigo esta nota al presente porque, en el marco de las ideas mercantilistas que campean en la actualidad en nuestro país, que han terminado (por ahora) en un corralito comercial instrumentado por el gobierno nacional a través del todopoderoso secretario Guillermo Moreno, es un lugar común escuchar desde hace unas semanas que, por el riesgo que entraña para la salud de la población, es inaceptable la escasez de medicamentos o drogas importadas, mientras que otros faltantes pueden ser tolerados porque no son "vitales" o "imprescindibles" para la vida diaria o los procesos productivos.
En este contexto, más allá del gravísimo cercenamiento a la libertad de los ciudadanos que significa el hecho que un funcionario, por su solo arbitrio, dictamine que es y que no es necesario para cada uno de nosotros, es fundamental entender que no basta que el benevolente Moreno se apiade de un enfermo y permita la entrada de una droga, puesto que, al igual que para el lápiz ya mencionado, son necesarias cientos, tal vez miles, de acciones que se conjugan para, finalmente, tener un medicamento en una farmacia. Por caso, toda otra infinidad de drogas, sus envases, las maquinarias y los repuestos para fabricarlas y envasarlas, sistemas informáticos, una red de transporte y logística para distribuirlas, etc.
¿Qué sucede si una o más de estas etapas son trabadas por este absurdo y jurásico dirigismo que nos envuelve? Pues, simplemente, el medicamento final no estará disponible, por más droga que, graciosamente, se permita importar. En términos matemáticos, la liberación de uno de los productos es condición necesaria pero no suficiente para el feliz logro del resultado final.
Si no queremos seguir descendiendo en el concierto de naciones, si queremos recuperar el brillo que alguna vez tuvo nuestra Argentina, es menester ya mismo abandonar este disparatado, ilógico, incoherente, irracional y descabellado sistema de control del comercio y la industria en general, y de las importaciones en particular.
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