Si algo caracteriza a la Argentina es su propensión, casi matemática, a reiterar errores. Es como que jamás aprende de la experiencia previa: siempre empieza de nuevo y, generalmente, repite la mala senda, el camino equivocado, hasta adornándolo con tintes de modernidad cuando en realidad se trata de la vez número cien en que se intentan políticas estatistas y dirigistas que, por su intrínseca naturaleza, están destinadas al más estrepitoso de los fracasos. Y hasta podemos agregar algo más de la extraña naturaleza argentina: cuando alguna vez se ensayaron políticas que medianamente encarrilaron la situación, más temprano que tarde han sido repudiadas por el grueso de la población, renegando de sus éxitos más palpables, y nuevamente la ruta populista se hizo presente. Así van ya más de 80 largos años.
Pues bien, ya se dio inicio al mes de febrero y, casualmente, se acerca una fecha conmemorativa para el argentino con memoria. Este jueves 6 de febrero se van a cumplir 25 años (1989 – 2014) del día en que el gobierno de Raúl Alfonsín decidió devaluar el Austral, moneda vigente en aquel entonces y creada por su mismo gobierno, luego de haber destruido el signo peso en 1985. Así dio comienzo a una agudización y degradación mayor de la moneda, que obviamente ya había comenzado anteriormente, al imprimir de manera voraz más y más billetes sin ningún tipo de respaldo.
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Raúl Alfonsín y Juan Vital Sourrouille |
Ese 6 de febrero de 1989 Juan Vital Sourrouille, ministro de economía, y José Luis Machinea, presidente del Banco Central (BC), devaluaron fuertemente, reconociendo en la práctica el fracaso de su política económica con altos déficits presupuestarios financiados con inflación. Se totalizó una baja en el valor de la moneda en ese año de un 3.100%. “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo” dijo el ministro que sucedió a Sourrouille, Juan Carlos Pugliese, tratando de culpar al mercado de la inseguridad que ellos mismos habían fecundado.
La pregunta es, ¿cómo se encuentra hoy en día el Banco Central argentino dada la situación actual del país? Si hace un cuarto de siglo no pudo contener la corrida contra la moneda nacional, ¿podrá ahora? Tan solo en el pasado mes de enero, el BC perdió 2.500 millones de dólares de sus reservas, en un nivel siempre menguante desde hace meses, hoy en magros 28.100 millones. Reservas que, dicho sea de paso, en un país serio solamente deberían cumplir la función de respaldo de la moneda nacional circulante. Un simple cálculo nos indica que, de mantenerse el promedio diario de pérdida de reservas, el total del stock del BC alcanzaría para escasos 10 meses de actividad, aproximadamente (y siendo optimistas).
Como se ve, el panorama no es para nada esperanzador, dado que es el mismísimo BC el encargado, en el sistema actual de control de cambios, de proveer al mercado de los dólares para el comercio exterior, turismo, y demás transacciones. En otras palabras, esto quiere decir que se encuentra apretado, maniatado y sin una buena vía de escape.
Los dos principales factores que influyen en el nivel de reservas, importadores y exportadores juegan, en el contexto actual de total indecisión, desorganización y caos en que transita hoy la Argentina, potenciando la disminución de tales reservas. Por el lado de los importadores, el punto es que estos, que reciben los dólares del BC, con la presente situación económica de caos y de devaluación creciente, están tratando de importar lo más que puedan al valor de hoy, porque será seguramente más barato que mañana. Mientras que, en lo que respecta a los exportadores, el BC actúa también como intermediario, comprándole a ellos las divisas y entregando pesos de cada vez menor valor. Nuevamente, con la incertidumbre existente en los mercados y en la población en general, los productores de elementos exportables tienden a postergar las ventas de sus mercancías para efectivizarlas “el día de mañana”, con un tipo de cambio más alto. En otras palabras, ¿para qué vender algo hoy a 8, cuando mañana lo puedo llegar a vender a 12? Resumiendo ambos flancos, es aquí donde el BC se encuentra entre 2 fuegos, ¡¡y muy cerca de llegar a una explosión!!. El BC actúa como intermediario, pierde cantidades enormes de dólares cada día.
Veinticinco años más tarde, pleno 2014 y un parecido, por no decir “el mismo” panorama económico en Argentina: fuga de divisas, fuerte déficit fiscal, inflación galopante, inseguridad jurídica, gobierno inoperante o, peor aún, totalmente errado en sus diagnósticos y en su accionar, ¿Casualidad acaso? ¿Providencia? Para nada, esto no es más que un nuevo capítulo en la receta de expansión monetaria, gasto fiscal exponencial, impuestos altos, estatismo desenfrenado, subsidios improductivos sin sentido, trabas de todo tipo al clima de negocios y seguridad jurídica aniquilada, que se repite 25 años más tarde por parte del actual gobierno por no haber aprendido la receta y, los ciudadanos, haber vuelto a elegir representantes que comulgan con las mismas ideas, en sus variantes más o menos “prolijas”, pero siempre funestas para el país. El problema nacional se potencia cuando se suma una oposición claramente nula, donde los que se declaran como tales tan solo prescriben recetas vegetarianas para el actual modelo y no verdaderas soluciones de mercado que tanto hacen falta. Como por ejemplo para solucionar el gran problema del gobierno que son la falta de los malévolos dólares, tan solo para mencionar uno: la privatización o liberación del mercado cambiario. El que tiene dólares los vende en el mercado al que los necesita, así de simple. Lo que se logra con esta simple reforma es la puja liberal entre los ofertantes y los demandantes, llegando a un precio de consenso pactado entre las dos partes. ¿Cuál será ese precio? Nunca se va a saber hasta que no se deje actuar libremente a las dos partes, aunque muchos vaticinan que no será menor a los 25 o 30 pesos, una devaluación del 250% respecto del valor actual. Un valor alto, sin duda, pero que no sería más que el reflejo del temor total que hoy impera en el país.
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Capitanich - Kirchner - Kicillof |
En fin, tal vez estemos muy cerca de una situación como aquel fatídico lunes 6 de febrero de 1989 en dónde el BC terminó retirándose del mercado y dejando fluctuar el dólar de manera parcialmente libre. Las consecuencias políticas, que fueron enormes, las dejamos para otra nota.